Hay lugares lejanos a los que nos gustaría viajar en busca de paisajes nuevos y no nos damos cuenta de los que están cerca. Nunca se me había pasado por la cabeza visitar Córdoba, en mí cabeza solo estaba la idea de la Mezquita y ¿ para qué ir a ver un monumento que había visto cientos de veces en fotos, postales, internet . . . ?
Pero tube la suerte de hacerlo en el mes de Mayo y disfrutar de la belleza que esta ciudad encierra. Fue tal mi asombro que cuando volví a casa pensé que no solo merecía quedar en mí recuerdo, tenia que grabarlo en un lienzo y este fue el resultado...
Las calles y patios cordobeses se habían vestido con su mejor color, el aire tenía un dulce olor a azahar, el latir de la guitarra española se oía por cada esquina, la ciudad gozaba de una alegría envolvente.
Y no solo la belleza está en sus calles, también en sus gentes por lo que no es de extrañar que el extraordinario Julio Romero de Torres pintor cordobes fuese un enamorado de su tierra y la belleza de sus mujeres. Un apasionado de la pintura que pintó a la mujer morena y paseo sus obras tanto dentro como fuera del país, fue tan grande su obra que obtuvo la medalla de oro de la Exposición Nacional de Bellas Artes y su reconocimiento internacional.
En el museo Julio Romero de Torres ( Córdoba ) se pueden admirar sus obras.
El encanto no acaba en el museo, al caer la noche la ciudad se vuelve mágica, las fuentes se iluminan y las gotas al caer se vuelven pequeños diamantes que chocan entre sí, la luz de las farolas hace relucir con mas intensidad la belleza de la Mezquita, el Guadalquivir pasa sigiloso cerca de ella, no quiere interrunpir su sueño porque al amanecer tiene que seguir bella y elegante.
Yo tambien soy una apasionada de la pintura.
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